miércoles, 11 de noviembre de 2009

Publicado en "El mundo" en 1998

El arte del barro

La Escuela de Cerámica de La Moncloa presenta esta noche sus trabajos a las galerías de ARCO

ROSA M. TRISTAN
MADRID.-Cuando Francisco Alcántara, allá por el año 1911, fundó la Escuela de Cerámica de La Moncloa, tenía un claro objetivo: conseguir que este arte menor dejara de serlo e interesara de verdad a las autoridades de la época.
El segundo propósito parece haberse conseguido. La escuela pertenece desde aquel entonces al Ayuntamiento de la capital, que proporciona los medios para que sus 150 alumnos aprendan las innumerables posibilidades creativas que ofrece el barro.
Sin embargo, su principal fin sigue estando lejos. Es la gran desconocida. Pocos madrileños conocen las actividades de esta escuela. Tampoco hay que olvidar que a los ceramistas les cuesta perder el carácter secundario que arrastran desde la Edad Media.



Hoy domingo darán un paso adelante. Los promotores de ARCO 98 han organizado para esta noche (a las 21.30 horas), en la sede de la escuela, un acto para dar a conocer a los galeristas de todo el mundo qué se cuece en sus salas. Y lo harán mediante una performance, titulada Envueltas, en la que se mostrarán las obras de quienes trabajan este curso en sus instalaciones.
El alcalde de Madrid, José María Alvarez del Manzano, y el concejal de Cultura, Juan Antonio Gómez-Angulo, presidirán el acto.
La Escuela de Cerámica de La Moncloa fue pretenciosa desde su origen. Ligada a la Institución Libre de Enseñanza, popularmente conocida por sus siglas, ILE, quiso seguir un rumbo similar al de la Bauhaus alemana, buscando nuevos caminos, investigando en las vanguardias más avanzadas, frente a quienes estaban estancados en las piezas tradicionales ligadas a la Corte.
PROPUESTAS DIFERENTES.- «Se quería un centro de planteamientos artísticos y hasta el año 32 surgieron aquí propuestas muy diferentes», explica su actual directora, Margarita Becerril.
Son muchos los ejemplos que visten la ciudad y que salieron de sus paredes. La cúpula de las Carmelitas de la plaza de España, las piezas del Ministerio de Agricultura, los mosaicos de Las Ventas, los carteles que aún hoy indican las calles del centro, el edificio del Ministerio de Fomento.
Y, sin embargo, muy pocos ciudadanos saben de la existencia de esta escuela, camuflada entre los árboles del Parque del Oeste del distrito de Moncloa-Aravaca.
Los ceramistas de finales del siglo XX ya nada tienen que ver con los botijeros de antaño. Hoy se necesitan cinco años de estudios para conseguir el título de diplomado de ceramista, que entrega la Universidad Complutense, en virtud del convenio que tiene suscrito con el Ayuntamiento de Madrid.
En ese tiempo, los alumnos no sólo aprenden a manejar el torno y el escurridizo barro que modelan con los dedos. También dedican gran parte de su tiempo estudiar historia, dibujo, química y adquieren conocimientos sobre las materias primas.
Para los que ya saben lo suficiente, la escuela organiza talleres de libre creación, en los que les obligan a presentar un currículo y un proyecto determinado.
Todas estas actividades se completan con cursos monográficos en los que se busca la especialización: restauración, técnicas tradicionales o materias primas.
Se presta especial atención a los profesores de Enseñanza General Básica (EGB). Se les educa para que luego ellos, a su vez, transmitan su saber a los alumnos de sus respectivas escuelas o colegios.
Este efecto dominó hace que la doctrina de la Escuela de Cerámica de La Moncloa se multiplique, que -poco a poco- deje de ser esa gran desconocida.
UNA EXIGENTE FORMACION.- «Todos reciben una formación al más alto nivel, pero, sin querer ser tremendista, lo cierto es que la sociedad aún no piensa en la cerámica como en una profesión y, aunque muchos se dedican luego a hacer obra creativa, otra salida importante es la de hacerse monitores, ahora que la cultura del ocio se está poniendo de moda», explica la directora de la Escuela de Cerámica de La Moncloa, Margarita Becerril.
A su lado, una infinidad de paquetes de barro y los bustos, a medio modelar, en los que trabajaban los últimos en dejar la clase el pasado viernes.
Figuras y recipientes de todo tipo llenan las diferentes estancias. Y en el horno, sentada y vestida de fiesta, una hermosa joven espera para ser cocida.

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